PREPARACIÓN ACADÉMICA PARA FUTUROS DOCENTES

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miércoles, 13 de marzo de 2013

El hombre que salvo el Planeta

STANISLAV PETROV, O EL INCIDENTE DEL EQUINOCCIO DE OTOÑO.


Era el 26 de septiembre de 1983; algunos no habrían nacido, y de haber sucedido las cosas como podrían fácilmente haber transcurrido ese día, probablemente no hubieran llegado a nacer jamás. Aquel día, fue quizás el más cercano que estuvimos de la total destrucción del planeta.


Eran las 00.14 (hora de Moscú), y Stanislav Petrov se encontraba de guardia aquel día en el principal centro de la inteligencia militar soviética. Aquella noche se disponía a ser, como casi todas las demás, una tranquila, serena, e inalterable velada. Lo cual no era poco, por otra parte: Reagan no hacía más que hablar por aquel entonces de los riesgos de Rusia, el Imperio del Mal (¿les suena?) y la amenaza de una guerra termonuclear de un momento a otro, y aquel cowboy descerebrado (el cual luego, por ser oportunista, todos halagarían como el hombre que terminó con la guerra fría), estaba consiguiendo que el ambiente, tanto en la URSS como en su propio país, se estuviera volviendo demasiado caldeado...


Pues bien, aquella noche, que hubiera tenido que ser de tranquilidad, sosiego, y alguna partida de cartas entre tazas de café o de poleo menta, se convirtió en una situación de alto riesgo, en cuanto por las pantallas de los ordenadores se detectó el lanzamiento de un misil... en dirección a Moscú... desde Estados Unidos... y con un protocolo de actuación muy claro al respecto, que ordenaba que, en dicho caso, la inteligencia militar rusa (es decir, y en aquel momento, Petrov), tenía que responder antes de veinte minutos, comenzando, de manera irreversible y catatónica, la tercera guerra mundial. Y Petrov conocía muy bien ese protocolo, precisamente, porque lo había escrito él.

No obstante, Petrov tomó aire, y se pretendió sosegar. Es sólo un misil, se dijo a sí mismo. Los ordenadores son idiotas, pueden equivocarse, y desde luego, con el arsenal armamentístico de Estados Unidos, no van a empezar la guerra con un solo misil. Así pues esperó, se calmó, y rezó porque todo esto no fue más que un error informático.
El ordenador informó que los americanos acababan de lanzar una nueva cabeza armada.
Petrov volvió a tomar aire, y pensó, Siguen siendo 2 misiles, con eso, no se empieza la guerra más grande de todos los tiempos...


Otro.


Otro.


Y otro.


Hasta cinco misiles fueron lanzados, y a pesar de todo, Petrov se resistió a apretar el botón nuclear, basándose en los mismos argumentos, la falibilidad de los ordenadores, y tan escaso número de armas para iniciar una guerra. A algunos les parecerá que esto es de sentido común, pero en un mundo como el militar, acostumbrado a obedecer órdenes sin rechistar, la verdad es que tiene mucho mérito. De hecho, Petrov se jugaba toda su carrera en aquel instante, ya que en apenas diez minutos el primer misil impactaría en Moscú, haciendo añicos los edificios, y, seguramente, la posibilidad de que Stanislav acabara muriendo lejos de un Gulag en mitad de Siberia.

Pero afortunadamente, no pasó nada. Una extraña conjunción astronómica (por lo visto, los rayos del sol habían impactado demasiado directamente contra el satélite), había provocado esos 5 misiles fantasmas. El superior de Petrov le felicitó (¡por salvar al mundo, a ver cómo se hace eso!), y le prometió una medalla. Y todo pareció que estaba bien.
No obstante, no lo estaba tanto para las autoridades rusas. El incidente había demostrado que sus carísimos equipos informáticos no eran tan buenos como ellos pensaban, y por tanto, el incidente fue ocultado y proscrito, pues hubiera supuesto la cabeza de unas cuantas importantes autoridades. A Petrov no se le ascendió, y se le hizo la vida no excesivamente placentera en el servicio, pues era el recordatorio vivo de aquel bochornoso accidente. Finalmente, nuestro amigo Stanislav dejó el trabajo. Hoy vive casi en la miseria, con huellas visibles en el rostro de un alcoholismo que es producto seguramente de un suceso que marcó su vida, y que hizo (en mala hora no le cambió la guardia a alguien), que nada volviera a ser como antes.


Hoy en día, y tras haber desclasificado el incidente, a Stanislav se le conoce mucho más fuera que dentro de Rusia. De hecho, todavía hay asociaciones que le invitan a cenas en el extranjero, y le saludan como "el hombre que salvó la Tierra". En cambio, el pueblo ruso no ha oído apenas hablar de su nombre. Existe incluso una asociación de amigos de Stanislav, y páginas web (www.brightstarsound.com/), que se dedican a hablar de él.


Un hombre salvó mi vida, la vuestra, y con ella la de todo el planeta.


Él, sin embargo, sereno en numerosas entrevistas, replica que sólo hizo su trabajo

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