Stalingrado, una herida abierta todavía
Diario “El País”; Pilar Bonet 2 FEB 2003
· RUSIA CONMEMORA EL 60º ANIVERSARIO DE LA
ÉPICA BATALLA CONTRA LOS ALEMANES, DE LA QUE SOBREVIVEN 40.000 PERSONAS
·
Los
historiadores no coinciden sobre la cifra de bajas en ambos lados en la
batalla. Se estima que más de dos millones de personas murieron, fueron heridas
o hechas prisioneras
· El
plan para erigir un monumento a los caídos germanos tuvo que ser archivado
debido a la oposición local, pero existe un cuidado cementerio donde descansan
40.000 soldados
Rusia
conmemora hoy el 60º aniversario del fin de la batalla de Stalingrado (ahora
Volgogrado), que fue un punto de inflexión decisivo en el avance de las tropas
de la Alemania de Hitler hacia el Este. Pese al tiempo transcurrido desde los
encarnizados combates a la orilla derecha del Volga, Stalingrado es todavía una
herida abierta para las generaciones maduras de Rusia, donde quedan cerca de
40.000 supervivientes de la batalla. Más de 2.600.000 combatientes (entre
invasores y soviéticos) perdieron la vida, fueron heridos o hechos prisioneros
en Stalingrado. Sin embargo, los historiadores siguen sin estar de acuerdo
sobre la cifra de bajas de ambos lados, sin hablar ya de las víctimas civiles,
que no fueron evacuadas cuando comenzaron los bombardeos alemanes en agosto de
1942. Casi 10.000 personas siguieron en la ciudad durante los combates, y, de
ellos, casi 1.000 eran niños.
La glásnost (transparencia),
que el presidente Mijaíl Gorbachov aplicó a la época de Stalin, se abre paso
con dificultad en Stalingrado. En torno a aquel episodio están muy arraigadas
las tendencias a cultivar los mitos heroicos y a rechazar las miradas críticas.
En vísperas de los festejos de aniversario, a los que acudirá Vladímir Putin,
el parlamento regional, dominado por los comunistas, ha redoblado sus esfuerzos
para que la ciudad recupere el nombre del dictador bolchevique con el que fue
rebautizada en 1925 (antes se llamaba Tsarítsino). Si bajo el mandato de Putin,
Rusia ha recuperado el himno de la URSS y la bandera roja en el Ejército ¿por
qué no el nombre de Stalingrado?
Las
esperanzas de restauración siguen vivas incluso después de que el presidente se
manifestara en contra del cambio de nombre el pasado diciembre. "La
devolución del nombre de Stalingrado (...) engendraría sospechas de que
volvemos a los tiempos del estalinismo. No estoy seguro de que esto nos fuera
útil", dijo Putin, según el cual la última palabra corresponde a los
órganos de poder local y al parlamento federal. Hace pocos días, su consejero,
Serguéi Yastrzhembski, volvió a dejar abierta la posibilidad de un cambio de
nombre si así lo decidían la mayoría de los habitantes de la ciudad. De
momento, los sondeos indican que los partidarios del cambio alcanzan un 30% de
los encuestados locales.
El
Kremlin, sin embargo, ha dado alas a los comunistas para defender sus
posiciones. La semana próxima, la Duma Estatal debe decidir si admite a debate
el proyecto de ley que la asamblea de Volgogrado le ha enviado. Los diputados
locales, que decidieron cambiar el nombre de la ciudad ya en junio del 2001,
usan argumentos a tono con la nueva época de economía de mercado y con la vista
puesta en los comicios parlamentarios de diciembre. Stalingrado es una marca,
una etiqueta para identificar una mercancía. Con el "apoyo moral" de
los "amigos de Rusia" en diversos países (entre ellos España), el
parlamento de Volgogrado propone recuperar el nombre que le permitirá
"conservar el recuerdo histórico de la batalla de Stalingrado" como
"base moral" para devolver a la Rusia moderna su "antigua
grandeza y poderío". "Con el nombre de Stalingrado, los círculos
económicos del país adquirirán una marca comercial conocida en todo el mundo,
que compensará fácilmente todos los gastos relacionados con la recuperación de
la justicia histórica", señala la asamblea regional.
La
sensibilidad de la ciudad, donde residen muchos militares, está a flor de piel
cuando de la historia se trata. "Ya se pueden cuidar los cementerios de
los alemanes, pero es demasiado pronto para construir monumentos", señala
el historiador Yákov Drapkin. El plan para erigir un monumento a las víctimas
germanas de Stalingrado tuvo que ser archivado debido a la oposición local,
pero en Rossoshki, a las afueras de la ciudad, hay un cuidado cementerio donde
descansan 40.000 soldados de la Wehrmacht. El mantenimiento de las tumbas y el
pago de los jardineros corre a cargo de entidades alemanas.
En
Volgogrado una exposición de cartas de soldados alemanes tuvo que ser cerrada
por las presiones de los ciudadanos, y la película El
enemigo a las puertas, una versión franco-estadounidense de la batalla de
Stalingrado, se topó con la resistencia de los veteranos locales. Estos días,
los antiguos combatientes se ven confrontados por otra nueva prueba con la
inauguración de un museo-restaurante en el sótano del supermercado central de
Volgogrado, que fue cuartel del general Friedrich von Paulus hasta su
rendición.
¿Celebración
conjunta?
Para
que rusos y alemanes celebren juntos la batalla de Stalingrado es aún pronto,
mientras que para símbolos de reconciliación nacional como la genuflexión de
Willy Brandt en el gueto de Varsovia o las manos enlazadas de Helmut Kohl y
François Mitterand en conmemoración de la batalla de Verdún (1916) tal vez
resulte ya demasiado tarde. En los festejos de hoy Alemania estará representada
por su embajador en Moscú, Hans-Friedrich von Plötz. El nivel formal elegido
por Berlín para estar en el evento subraya la falta de una cierta dimensión
emocional entre los dos países, por muy bien que se desarrollen las pragmáticas
relaciones entre el canciller Gerhard Schröder y Putin. El dato es
significativo en el análisis de las barreras históricas o culturales que
separan aún a los pueblos de Europa.
Pero
esta falta de gestos simbólicos de reconciliación ruso-alemana no impide a los
historiadores cooperar sin interferencias ideológicas o emotivas, sobre todo en
los últimos años. El historiador Guennadi Bordiugov cree que "los alemanes
han superado su historia; los rusos, no". "Los alemanes pueden hablar
de los crímenes de la Wehrmacht y organizar una exposición sobre ello; los
rusos no pueden hacer lo mismo con el Ejército Rojo, y sólo con gran dificultad
abordan temas como los delitos cometidos por las tropas soviéticas en su avance
por Europa", señala.
Bordiugov
observa también otras diferencias de percepción. "Los alemanes se ven a sí
mismos como víctimas, sin preguntarse qué hacían en Stalingrado y sin
reflexionar sobre el triste destino de los soldados rusos en los campos de
prisioneros de guerra que instalaron allí". Drapkin, al constatar la
creciente convergencia en las posiciones de los historiadores de ambos países,
señala: "Antes nosotros nos concentrábamos en nuestra victoria y los
alemanes en la catástrofe. Ahora las perspectivas han cambiado, porque Stalingrado
fue una victoria relativa para la URSS que se pagó con un alto precio en vidas
humanas. El foco de las investigaciones se centra hoy en los aspectos
psicológicos, el material humano, la correspondencia de los alemanes y de los
rusos, en su estado de ánimo y no en la reconstrucción de lo sucedido".
Los
canales de televisión de Rusia y Alemania se llenan estos días de películas,
documentales y seriales sobre Stalingrado. La programación en parte coincide,
pero cada país celebra el aniversario por su lado y a su manera. A los rituales
tradicionales se les superponen las realidades de la Rusia postsoviética. El
cinismo se filtra en el argumento comunista sobre el valor comercial de la marca Stalingrado
y en la limosna que el gobierno ruso da a los viejos soldados para festejar
aquella victoria: 950 rublos (menos de 25 euros) para los veteranos y 400 para
las viudas de veteranos (si no se casaron de nuevo).
Reflexiones sobre Stalin
LA
SINIESTRA REALIDAD de la guerra se filtra poco a poco en los manuales escolares
de historia de Rusia, que en los últimos años han reflejado una gran pluralidad
de puntos de vista y análisis muy críticos de la figura de Stalin. En el manual
de historia de Dolutski, uno de los varios recomendados por el Ministerio de
Educación, se abordan los batallones especiales que colocaban a los soldados
ante el dilema de recibir un tiro en la frente o en la nuca.
Los
datos al respecto son impresionantes: según documentos publicados en la década
de los noventa por el Servicio Federal de Seguridad (SFS), 41 batallones
especiales, encargados de evitar las deserciones, actuaban en la zona del Don y
de Stalingrado. Del 1 de agosto al 15 de octubre de 1942 fueron detenidos
140.755 soldados soviéticos que huían del frente. Casi 4.000 fueron arrestados
y 1.189 fusilados. Durante la batalla de Stalingrado cerca de 13.500 soldados y
oficiales fueron condenados a muerte por los tribunales militares. Los
fusilaban por retroceder sin orden, por autolesionarse, por deserción, pillaje
y por agitación antisoviética.
El manual invita a los alumnos a
reflexionar sobre el comportamiento de Stalin, que olvidaba su propia culpa
frente al pueblo y odiaba a éste, hasta el punto de planear detalladamente
operaciones de castigo. Concluye, sin embargo, que las motivaciones para
resistir a los alemanes no fueron ni el miedo a los batallones especiales ni el
Volga, sino el "odio al invasor". En opinión de algunos
historiadores, a la mitificación de Stalin del pasado le sustituye una
mitificación del pueblo soviético como sujeto de la victoria en la Segunda
Guerra Mundial
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